Las madres también lloran

Se murió su madre. De repente. En realidad la muerte siempre es inesperada, aunque se anuncie.  Ahora era una hija huérfana y una madre con pequñxs. Me contó que lloraba a escondidas para que no la vieran sus hijxs. Le dije, llora. Llora mucho. Llora con todas las ganas. Llora hasta dormirte, si quieres. Si puedes. Le dije que estuviera triste. Que se sentara con sus hijxs a la hora de la merienda y les dijera, estoy muy triste. Voy a estar triste. Por eso lloro. Voy a llorar mucho. Muchas veces. Vosotros también podéis llorar. También podéis estar tristes. 

Me dijo que le decían que tenía que ser fuerte. Fuerte para qué, pienso. Qué es ser fuerte. Para quién. 


Una madre que llora es una madre de verdad. Es una madre que estará feliz otra vez. 


Me encontré una foto con un texto de un libro que era muy difícil de conseguir (acabo de descubrir que Anagrama ha comprado los derechos y lo edita en su colección Compactos). La foto la compartió @noeolbes en su cuenta de IG. El libro se titula "Agua y Jabón" y está escrito por Marta D. Riezu. El texto es sublime y lo copio aquí:


“Tarde o temprano llega un frío terrible.

  Somos jóvenes, fuertes y nos va más o menos bien, pero en algún momento de la vida pasaremos por una crisis, que puede tomar mil formas - soledad, desazón inexplicable, enfermedad, desajuste químico, ruptura, apatía. Y llegaremos a la intemperie. 

La música, el arte, las lecturas, la filosofía: con lo vivido, lo escuchado y lo reflexionado se crea un búnker mental. Pero hay que tener los deberes hechos; uno pierde a la madre y no piensa, bueno, ahora voy a ponerme a escuchar Cadena Dial, a ver si me alivia. Se trata, dice Joan Margarit, de  <convertir el dolor en tristeza. El dolor no se puede gestionar; la tristeza, sí>.”


Se aprende, pienso. 




Volví a leer esto de Ana Navajas en uno de sus diarios de domingo de La Agenda BA:


En la agenda de mi celular me saltó una alerta que decía: quimio y festejo. Me dan ganas de comer hamburguesas después de las quimios, me había dicho mi amiga, y papas, muchas papas, acompáñame y después vamos a festejar que es la última. Hablamos de la muerte y me dijo: no me parece mal morir. Yo le contesté: a mí tampoco.

Igual, las dos queremos vivir. Ella va a cambiar su dieta, no va a fumar más y tampoco va a tomar alcohol. Yo no voy a hacer nada de eso aunque la vida me parezca día a día más hermosa. Como cuando voy manejando derecho por la Avenida Sarmiento y el Monumento de los españoles está cada vez más cerca, más cerca, y el cielo de la mañana todavía es pálido.

Después de cuatro horas de conversación ininterrumpida, vino el enfermero Raúl a sacarle la vía y unas gotas de sangre salpicaron los cerámicos blancos de la pared. Ella dijo: que horror. Yo en cambio vi que formaban un corazón y le saqué una foto. Salimos de la clínica; ella se fue a la farmacia a retirar el filgrastim, yo me prendí un cigarrillo. Cuando estuvimos listas, nos fuimos a comer hamburguesas. Le agregamos huevos fritos.

A la mañana siguiente, antes de bajarse del auto para entrar al colegio, mi hijo repitió el ritual de todos los días y, antes de cerrar la puerta, asomó su cara y me preguntó: mamá, ¿me prometes que no te vas a morir? Yo le dije que sí y me fui cantando por dentro.



La tristeza es irrenunciable. Como la alegría.


Como la muerte.


A la maternidad se la supone cursi. Como a la hijidad. Se las llena de exageraciones y de diminutivos. Como si hubiera que inventarlas o reproducirlas como copias industrializadas que respondan a un estándar facilón. Las madres lloran. Y se enfadan. Y se comen hamburguesas. A veces, mienten.




Escucho Petrichor de Keaton Henson





Me imagino el olor más rico del mundo que tiene una palabra preciosa: petricor.

La busco en el diccionario porque me gusta leer las definiciones, la etimología, las acepciones y los usos de las palabras bonitas, las nuevas, las abandonadas que aparecen a veces en una página vieja, en boca de desconocidos. 


Tecleo. El diccionario de la RAE responde: “La voz petricor se documenta como adaptación del inglés petrichor en referencia al olor a lluvia. Está en estudio su incorporación al diccionario académico.”


En realidad, la Academia siempre ha sido rígida, pienso. 


Escucho de nuevo la canción y aspiro fuerte. 


Leo este poema de Violeta González Alegre del poemario “Mi casa de nadie”, publicado por Difácil



la lista de la compra

también la escribo con pluma



¿cabe la poesía entre

el cesto de la ropa

y la segunda lavadora?


También me gusta cómo huele la ropa limpia tendida al sol. 





 


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