Las madres contradictorias

Me hicieron una operación dental y tuve que estar dos días en reposo así que fui una madre en el banquillo. No jugué, no hice aúpa, no fui al parque. La primera tarde, horas después de la intervención, me quedé en casa sola, tirada en el sofá viendo una serie. Si no hubiera sido por el dolor, la cara inflamada y el antibiótico, esa escena podría haber sido un festival. Pero no. 

Vi The Newsreader. Una serie que cuenta los conflictos, la competitividad y toda la adrenalina que cabe en un informativo de éxito en la televisión. Es Australia y son los 80. No es el tema pero también aquí (como en todos lados, ya lo dije en el primer post) hay madres, claro. Sobre todo, una. Esa madre es la madre abnegada del protagonista, el joven periodista, tímido y obediente, que quiere alcanzar el éxito. La madre que le llena la nevera de tuppers, que lo ve religiosamente cada tarde para decirle lo bien que lo ha hecho. La madre amorosa que planea todo el tiempo sobre él en un control sibilino y pertinaz. La madre, esa madre, una tarde le confiesa a la mujer con la que está saliendo su hijo, que una vez hace mucho, cuando se quedó viuda y el chico era adolescente ella no estuvo a la altura. Que estaba tan triste que no podía con su vida. Que no estuvo presente. Que no acompañaba. Que no lo cuidó bien. Que ha intentado compensarlo después. 

Ser madre es siempre pedir disculpas. Y tener culpa. Y querer reparar.


En la deliciosa novela Prohibido morir aquí, la entrañable señora Palfrey dice: A veces, cuando estaba recién casada, anhelaba liberarme… Liberarme de la crianza de mi hija, liberarme de las obligaciones sociales, liberarme de mis deberes, ¿Entiendes? Y liberarme también de las preocupaciones que ocasionan los seres queridos, las enfermedades de la niña y de mis padres que envejecían, de los problemas de dinero. Cada uno de nosotros alguna vez deseó huir de todo aquello. Pero en realidad no deberíamos desear eso, porque con el tiempo descubrí que solo podemos ser libres cuando nadie nos necesita.

Ser madre es atragantarse con las contradicciones. 


Encuentro en mi diario esta cita que guardé del libro "Desierto sonoro". Leí esta novela cuando mi hija tenía dos meses:

Los niños tienen una manera lenta y silenciosa de transformar la atmósfera que los rodea. Son mucho más porosos que los adultos, y su vida interior, más caótica, parece filtrarse al exterior todo el tiempo, enrareciendo y afantasmando la realidad. Las imaginaciones de los niños interrumpen la normalidad del mundo, rasgan el velo, permiten ver como no normal lo que hemos normalizado a fuerza de costumbre o resignación.

Asiento y la releo de nuevo varias veces. Me encanta guardar párrafos que me gustan y que me sorprenden de nuevo aunque ya sean otra cosa y yo los lea diferente.

El otro día, mientras comíamos, mi hija gritó a las carcajadas: ¡yo soy alegre!  

Ser madre es sorprenderse con un entusiasmo contagioso a la hora del almuerzo.


Me gusta esta ilustración de Madeline Donahue. Se titula “Hi”




Ser madre también es dejar entreabiertas las puertas.


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