¿Quién está al otro lado?


Martín Kohan acaba de publicar ¿Hola? Réquiem para el teléfono, un ensayo que parece despedir un objeto obsoleto, ese teléfono que era solo eso y no un artefacto que sirve para casi todo y apenas usamos ya para hablar. Entre todo lo que reflexiona en este texto, dice que con los móviles se apela más al silencio, en realidad. Dice que en Whatsapp, le hablas a alguien que no está; y esa es la diferencia de hablar a otro y hablar con otro. Y entonces se pregunta “si el modo vertiginosamente rápido en que se impuso WhatsApp como modalidad no tiene que ver con una época que prefiere que el otro esté callado”. 




Kohan me parece una de las personas más inteligentes, brillantes y divertidas de la actualidad. Me encanta cómo escribe. Y cómo habla. Me deja pensando siempre.


Lo escuché hablar de este libro, de aquellos aparatos que compartía toda la familia, de la agenda manuscrita, de aplicaciones de mensajería y de qué decíamos y qué significaba todo y qué dice de nosotros cómo nos comunicamos ahora y me acordé de un amigo guionista que vino a casa el otro día y al enseñarme el libro que tenía en su mochila me dijo, está bien, pero siento que todo lo que leo últimamente es autorreferencial, la madre, el padre, uno mismo; me falta algo, dijo. Hablamos un poco de eso y comimos sandía y pasamos a otras cosas pero después, caminando bajo el sol, pensé que vivimos en un tiempo tan desconectado y tan de selfie que ya no nos hablamos como antes. Se comparte mucho la vida en formato escaparate, con pose y contención, como si necesitáramos una valoración y escasean esas conversaciones en las cocinas de la casas, al final de la fiesta, o en el bar, con gritos, o después de ver una buena película en un cine de verdad. 


Lo que pasa, pienso, es que sea como sea, necesitamos contarlo. 



Con la maternidad pasa algo parecido. Las redes están llenas de cuentas de crianza que venden una tribu virtual y un espacio de ayuda y desahogo. Tribu es que te traigan un tupper un martes por la tarde, que alguien se quede un rato con la criatura mientras te das una ducha sola, que te abracen. En la urgencia de que te acompañen y te entiendan esos espacios alimentan la vulnerabilidad para generar necesidades falsas. El marketing ha encontrado un nicho de negocio brutal en la soledad y en la culpa materna. Ibone Olza lo cuenta muy bien en esta entrevista que le hicieron el diario.es: Donde antes había un grupo de lactancia y comadres ahora hay cuatro consultoras que te cobran".

Hablando de pantallas, de escucharnos, de mirar, me encantó este relato que compartió la ilustradora Isol

En un barcito de la costa argentina, en familia merendando y Antón me pide el celu "para esperar" su sándwich. Le digo que no, que por qué no nos miramos, por ejemplo. Le digo que Marina Abramovic hizo toda una experiencia artística que consistía en estar sentada en una mesa y mirar sin hablar al que se sentara adelante, por un rato. Que parece algo que no pasa nada pero que pasa de todo, no es muy común mirarse así. Les conté que en un momento de la perfo apareció su ex compañero de vida y obra, Ulay, y que cuando ella abrió los ojos y lo vio ahí se le caían las lágrimas, sin decirse nada y que era muy poderosa la mirada a otro en sí. Frida mientras dibujaba, y este es su dibujo de mi narración de la performance de Marina Abramovic (el dibujo de su hija se puede ver en IG). San Clemente 2023.

Vi Aftersun, la película de la que habla todo el mundo. Un padre, una hija, unas vacaciones, verano. Me gustó pero no me encantó. Las expectativas traicionan.  En tiempos de redes y de placeres uniformes es fantástico comprobar que conmoverse (con lo que sea) es una experiencia muy personal que está ligada a las constelaciones propias y generalmente en las antípodas de los algoritmos. 


Sigo buscando el frío.


Este poema de Mercedes Escolano 

 

HA EMPEZADO A CAER LA NIEVE


Ha empezado a caer la nieve, 
azul como la flor del lino. Nos cobijamos
en la cabaña en torno a la chimenea. 
Algo tan vulgar como una nevada
nos obliga a compartir el fuego.

Antiguamente solíamos contar historias
para acortar la tormenta.
Hoy todos callamos, 
los ojos metidos en la taza humeante.
En el fondo nos gusta
saborear en silencio el café.

A veces nieva durante horas. 
A veces días enteros.
resulta violento, después de un buen rato
junto al fuego, no tener de qué hablar,
esperar a que la nieve

se canse de nosotros.


 Y esta belleza del pintor e ilustrador francés Norbert Goeneutte (1854-1894)





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