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Qué leemos cuando leemos

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El profesor nos dijo que según un informe reciente leemos unas 100.000 palabras por día. Después de contarnos esto, al final de la clase, el profesor nos pidió como ejercicio para casa q ue registráramos, durante una semana, lo que recordáramos de todos nuestros consumos culturales diarios. El resultado sorprende. Puedes probarlo. El profesor nos enseña a escribir. Justo cuando empecé este taller estaba leyendo "Vida contemplativa", de Byung-Chul Han . Una lectura tan reveladora como dramática. Me encontré en este libro con esta reflexión sobre el lenguaje que me gustó mucho y que se conectó con eso que conté antes de lo que leemos y de cuánto nos acordamos. Escribe Byung-Chul Han : Cuando la obligación de producir se apodera del lenguaje, este se pone en modo trabajo. Se degrada, pues, a portador de información, es decir, a mero medio de comunicación. La información es la forma de actividad que tiene el lenguaje. La poesía, por el contrario, suspende el lenguaje entendido c...

Las cosas importantes

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  Fuimos a un museo que está dentro de un bosque, que enfrente tiene un lago donde algunos pedalean en unas barquitas de color blanco mientras las ocas y los patos sobreviven como pueden en un bullicio poco natural.  Dentro del museo hay un jardín donde tocaba una orquesta con nombre de animal. En realidad, la orquesta no era una orquesta, era algo así como una banda y la música no era muy buena y éramos tan pocos que fueron llamando a todos los trabajadores del espacio para que ocuparan algunas sillas y que pareciera lo que estaba previsto. No importa. Me dediqué a observar eso. Cuánta urgencia por ingeniar un simulacro para que queden bien las fotos que se comparten para una posteridad que dura un rato apenas. Los niños y las niñas que estaban (seis) no se percataron de esa ficción. Los niños y las niñas bailaron con la torpeza y el pudor con que se mueven en territorios grandes y nuevos. Aplaudieron con intensidad. Fueron un público generoso.  En ese jardín hay un ...

Nadie se cuida solo

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He leído esta semana que un estudio publicado en la prestigiosa The Lancet afirma que los permisos de baja por maternidad/paternidad protegen frente a síntomas depresivos, estrés psicológico o agotamiento (en especial a las madres) y que posibilitan un mayor bienestar mental en general.  Guau. Qué sorpresa. Me impresiona cómo vivimos en un tiempo en que sólo aquello que pasa por un procedimiento científico financiado por una universidad de nombre extranjero merece crédito. Como si no supiéramos, y no lo hayan sabido otras y otros mucho antes que nosotros y nuestros laboratorios de postín, que nadie se cuida solo y que las madres y los padres necesitan recursos y tiempo de calidad para criar, de la misma manera que los ancianos dependientes y mayoritariamente solos necesitan espacios y atenciones específicas (sean profesionales o no). Y la lista sigue, claro. No es amor. O no solo. Son recursos económicos. Es tiempo. Son Estados que atienden y protegen. Es política.  Me acuerd...

¿Quién está al otro lado?

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Martín Kohan acaba de publicar ¿Hola? Réquiem para el teléfono , un ensayo que parece despedir un objeto obsoleto, ese teléfono que era solo eso y no un artefacto que sirve para casi todo y apenas usamos ya para hablar. Entre todo lo que reflexiona en este texto, dice que con los móviles se apela más al silencio, en realidad. Dice que en Whatsapp, le hablas a alguien que no está; y esa es la diferencia de hablar a otro y hablar con otro. Y entonces se pregunta “si el modo vertiginosamente rápido en que se impuso WhatsApp como modalidad no tiene que ver con una época que prefiere que el otro esté callado”.   Kohan me parece una de las personas más inteligentes, brillantes y divertidas de la actualidad. Me encanta cómo escribe. Y cómo habla. Me deja pensando siempre. Lo escuché hablar de este libro, de aquellos aparatos que compartía toda la familia, de la agenda manuscrita, de aplicaciones de mensajería y de qué decíamos y qué significaba todo y qué dice de nosotros cómo nos comun...

Odio el verano como Natalia Ginzburg

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Es enero en Buenos Aires y el calor me enfurece. Mis hermanos suben una foto de mi ciudad cubierta de nieve al whatsapp familiar. La memoria de mi cuerpo me refresca por un instante mientras imagino el crujido de los pies en esa nieve a estrenar. Y mi cara helada. El vaho de la boca al hablar.  Es efímero el efecto pero qué rico. No se puede decir (pero lo digo igual) que no me gusta el verano , que el verano es tedioso y hasta deprimente para quienes no tienen río, mar, montañas, bosques o cualquier refugio que conceda placer al letargo y mitigue los efectos del bochorno. Sufrí mucho los veranos de mi infancia, cuando todos se iban a la playa o a los pueblos con río y bicis y amigos de otros lados y noches eternas llenas de posibilidades, de fiestas populares y de brisa fresca. El verano en la ciudad (provinciana o cosmopolita) es insoportable. Yo, que no me iba a ningún sitio, me quedaba esperando que alguien volviera. He descubierto, gracias a uno de los Viernes de Juan Forn ...

Celebrar a Annie Ernaux como algo propio

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  Después de que me quitaran los puntos de la boca, mientras caminaba por La Recoleta en dirección a Retiro leí en mi móvil que a Annie Ernaux le habían concedido el Nobel de Literatura. Eran las 8.30 de la mañana. Era la esquina de Santa Fe y Callao. Le mandé un audio a mi pareja: Ya me han quitado los puntos. Todo bien. Estoy volviendo a casa. Voy en tren. Le han dado el Nobel a una escritora que me gusta mucho. Estoy muy contenta. Después te cuento.    Hay noticias que no nos cambian la vida pero nos alegran el día y nos llenan de argumentos. Lo apunté en mi diario.  Fotografía de Ulf Andersen / Getty  Esa noche volví a leer El acontecimiento , el libro que escribió la autora francesa sobre el aborto clandestino que se practicó cuando era una estudiante con poco más de 20 años. Subrayé esto: Establecía confusamente un vínculo entre mi clase social de origen y lo que me estaba ocurriendo. Yo era la primera persona de mi familia que estudiaba una carre...

Las madres contradictorias

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Me hicieron una operación dental y tuve que estar dos días en reposo así que fui una madre en el banquillo. No jugué, no hice aúpa, no fui al parque. La primera tarde, horas después de la intervención, me quedé en casa sola, tirada en el sofá viendo una serie. Si no hubiera sido por el dolor, la cara inflamada y el antibiótico, esa escena podría haber sido un festival. Pero no.  Vi The Newsreader . Una serie que cuenta los conflictos, la competitividad y toda la adrenalina que cabe en un informativo de éxito en la televisión. Es Australia y son los 80. No es el tema pero también aquí ( como en todos lados, ya lo dije en el primer post ) hay madres, claro. Sobre todo, una. Esa madre es la madre abnegada del protagonista, el joven periodista, tímido y obediente, que quiere alcanzar el éxito. La madre que le llena la nevera de tuppers , que lo ve religiosamente cada tarde para decirle lo bien que lo ha hecho. La madre amorosa que planea todo el tiempo sobre él en un control sibilino ...